Amarse a uno mismo es la tarea más importante de nuestra vida, sin amor la vida pierde su sentido. Por el contrario, cuando amamos a otros, cuando nos amamos a nosotros mismos, somos capaces de encontrar caminos que ni siquiera sospechábamos que existían.

 

El día de San Valentín, es un día que genera sentimientos encontrados. Uno pasa de celebrarlo efusivamente en momentos de enamoramiento, a aborrecerlo en días de desamor, o verlo como algo meramente comercial. Yo prefiero verlo como una oportunidad para recordarme la importancia de amar, en especial a uno mismo.

 

Hemos oído decir que las relaciones de pareja son complejas, yo personalmente pienso que lo complejo es la adecuación de la relación y la expectativa que tenemos de ella. Hay personas que no tienen pareja, pero tampoco la quieren en ese momento, por lo que no es una prioridad y, por lo tanto, no le importa. Otros no tienen pareja, pero desean tenerla y entonces es cuando comienzan “los problemas”, porque desean algo que no tienen y sienten la escasez. Lo mismo ocurre con aquellos que tienen pareja, pero no sienten lo que desean de su relación, y nuevamente aparecen “los problemas”, la queja, la culpa, la exigencia. Como decía al principio del párrafo, no es una cuestión de la relación de pareja, sino de la expectativa que tenemos respecto al hecho de tener pareja y como creemos que nos debemos sentir. El significado que damos a lo que nos pasa en nuestra vida, es un sintonizador de nuestra felicidad o infelicidad.

 

En los procesos de coaching, tanto personales como profesionales, siempre aparecen, de una u otra manera, las relaciones de pareja y sus expectativas. Las relaciones que tenemos con los demás, paradójicamente, tienen más que ver con uno mismo que con el otro. La imagen que una persona tiene de sí misma determina cómo se va a relacionar con TODO, y lo pongo en mayúsculas, porque va a influir en la relación de pareja, la relación con los hijos, si los hay, la relación con los progenitores, la relación con los compañeros de trabajo, la relación con cualquier persona alrededor.

Todos nacemos del amor, del amor en pareja, vivimos con el amor de una familia y luego se amplía al amor de unos amigos y/o compañeros, hasta llegar, si llega, al amor de pareja y construir la familia, si se desea. Vivimos rodeados de más o menos amor, y me gustaría que consideras el amor en sentido amplio, con intensidades y variedades diferentes. Puede que esto suene “ñoño”, pero somos amor y desde ahí generamos la necesidad de amar y ser amado, no porque necesitemos amor, no porque necesitemos alguien que nos complemente, sino porque el amor vibra con el amor, y como te decía, hay diferentes niveles de vibración. La vibración que tengamos de amor la llevaremos con nosotros allí donde vayamos, por eso hay gente que parece que todo le va a favor, mientras que a otros parece que todo le sale mal.

 

El amor nos permite sacar nuestra mejor versión, porque somos plenos con nosotros mismos y nos sentimos a gusto, porque somos auténticos. Si observamos a un niño, su mirada, su forma de ver el mundo, vemos en ella la plenitud y el amor incondicional. Si en un determinado momento le riñen, le dura unos instantes, enseguida abraza y se ha olvidado, no existe rencor, sino el amor y la felicidad. Los adultos, con base en nuestras experiencias, hemos creado capas en nosotros para protegernos y evitar que nos dañen, el problema surge cuando esas capas limitan el amor que salen de nosotros o que llega a nosotros. Queremos ser felices, vivir en equilibrio, tener amor, pero queremos conservar esa armadura que creemos que nos protege, pero no es así, nos hace más vulnerables.

 

Cuando las circunstancias que tenemos a nuestro alrededor, pareja, trabajo, compañeros… nos desagradan, preguntémonos ¿Qué pienso de mí como personal, como profesional, como pareja? ¿Qué amor siento por mí? ¿Qué pienso de mi pareja o de mis compañeros? ¿Cómo reciben ellos mi amor?

 

El amor es la única opción posible para cualquier relación, porque el amor une, el amor nos pone en el lugar del otro. El amor es dar y recibir y esta es una ley que rige al ser humano.

 

Estas reflexiones forman parte del temario de dos talleres experienciales: “Reencontrándonos” y “Sintonizando con mi corazón” que hice hace más de diez años, cuando quería crear un espacio para crecer como pareja y como no la encontraba, decidí crearla. Hasta que llegó la pandemia lo repetí cada mes de febrero y me gusta definirle como un regalo especial para personas que se quieren y están dispuestas a quererse más. “Sintonizando con mi corazón” surgió de la petición de una amiga, que sentía que las personas que no tienen pareja también quieren cultivar el amor. Es un taller para sanar heridas, para sintonizar con uno mismo y encontrar esa melodía única que cada persona tiene.

 

Tengo un gran cariño a ambos porque me hicieron crecer y ahora revisando para una conferencia, me han actualizado muchas cosas que sé, pero que nuestro día a día la esconden y las deja en un segundo plano. Y si hay algo que tengo claro es que las relaciones se tienen que cuidar cada día, como el amor uno mismo.  Si te ha llamado la atención alguno de ellos, escríbeme y vemos su viabilidad de hacer una reedición

Que vivamos cada día con amor a uno mismo, porque desde ahí amaremos todo lo que nos rodea, ya sea animado o inanimado.

María Alonso